Hay
que tener en cuenta la calidad del testimonio que los apóstoles dieron, porque -por
ejemplo- en el caso de Pedro, que en principio lo negó para no ser crucificado,
terminó -por dar testimonio- crucificado cabeza para abajo, lo que pidió el
mismo para no tener la misma dignidad de Jesús. El caso de su hermano Andrés,
que murió crucificado en una cruz en forma de X, lo cual producía una muerte
lenta de varios días y mientras tanto él aprovechó a anunciar a Jesús
resucitado a todos los curiosos que se acercaban. El caso de Saulo, que era un
fariseo que había pedido ser el encargado de matar a los discípulos. Cuando
encontró el lugar en Damasco donde se encontraban fue inmediatamente y en medio
del camino se le apareció Jesús resucitado y le preguntó "¿Por qué me
persigues?" Poniéndose Él como cabeza de la Iglesia, allí Saulo quedó
ciego y pidió ser conducido con los cristianos pero para convertirse recibiendo
el bautismo tomando por nuevo nombre Pablo. San Pablo luego dio testimonio por
todo el mundo y también terminó muerto, pero como era ciudadano romano tuvo un
privilegio: le cortaron la cabeza, siendo una muerte rápida. Esta es la calidad
de testigos que tenemos, que se ha repetido a lo largo de la historia con
muchísimos santos y mártires.
Lo mismo nosotros al ser
miembros de la Iglesia, no esperamos ser testigos semejantes, pero sí que
pongamos nuestra parte ¿cierto? Decirles a nuestros hijos que tenemos a Jesús
en nuestro corazón, decirles por que lo seguimos, no es simplemente el acto del
bautismo, sino que toda nuestra vida que tengamos por delante tenemos que
mostrar quién es Jesús para nosotros. Tenemos que buscar nosotros también de
conocerlo más, nunca podemos decir que ya lo conocemos del todo, que ya estamos
convertidos del todo, siempre tenemos la posibilidad de crecer más y más en la
fe, la esperanza y la caridad. Tenemos el compromiso de Cristo, que actúa en la
Iglesia especialmente a través de los sacramentos. En el Bautismo nos da la gracia
para hacer trascendente nuestra vida, en la Eucaristía nos alimenta durante el
camino. En fin, en cada sacramento encontramos la renovación y la fuerza
necesaria para ser "otros cristos", especialmente para nuestras
familias.
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