domingo, 13 de enero de 2008

¡Cristo ha resucitado! ¡Y nosotros con Él por el bautismo!

Carta a los Romanos

San Pablo nos enseña que La Salvación es una liberación de la persona humana, y nos salvamos al descubrir el amor de Dios en la Muerte y la Resurrección de Jesús, su Hijo.
Bien es verdad que muchas personas que no creen en Cristo se esfuerzan por vivir en forma correcta. Ya antes de Cristo, la Biblia indicaba un camino de justicia que muchos trataban de seguir. Pero, dice Pablo, mientras el hombre piensa hacerse ¨justo¨ por sus obras y prácticas y cree en sus propios méritos, no da cabida a la única fuerza que lo puede liberar y que es el amor misericordioso de Dios.
Dios nos tiende su mano y nos enseña su amor.
Jesús viene a salvarnos y lo crucificamos; y en esto mismo Dios demuestra hasta dónde nos ama y nos perdona.
El que mira a Cristo y cree en este gesto de amor consigue la liberación ofrecida por Dios; y Pablo enfatiza las consecuencias inesperadas de esta fé: Dios nos hace hijos suyos, a los que su Espíritu guía y anima.
El creyente se va liberando de sus cadenas y de sus debilidades porque sabe amar.

Romanos 6:3-10
Los que fuimos sumergidos por el bautismo en Cristo Jesús, fuimos sumergidos con él para participar de su muerte. Pues, por el bautismo, fuimos sepultados junto con Cristo para compartir su muerte, y, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, también nosotros hemos de caminar una vida nueva. Hemos sido injertados en él y participamos de su muerte en forma simbólica; pero también participaremos de su resurrección.

Lo sabemos: con Cristo fue crucificado algo de nosotros que es el hombre viejo, para destuir lo que de nuestro cuerpo estaba esclavizado al pecado. Pues morir es liberarse del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos también que viviremos con él.

Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, no muere más y que la muerte, en adelante, nada podrá contra él. La muerte ya no tiene dominio sobre él. La muerte de Cristo fue un morir al pecado, y un morir para siempre; su vida ahora es un vivir para Dios.

Así también ustedes considérense como muertos para el pecado y vivan para Dios en Cristo Jesús.

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