lunes, 14 de enero de 2008

Padrinos

La figura del padrino surgió ya en las primeras comunidades cristianas como un símbolo de garantía.
Como los primeros cristianos eran perseguidos, se reunían secretamente para compartir ¨la fracción del pan¨, es decir lo que hoy conocemos como la misa. Entonces la presentación de un nuevo integrante de la comunidad cristiana debía ser realizada por algún miembro ya reconocido que atestiguara las buenas intenciones del nuevo. A su vez se comprometía a ser el apoyo necesario para que éste creciera en la fé, que aprendiera a ser cristiano. Así como en nuestros días encontramos en distintas profesiones y oficios a los tutores y sus aprendices.
Con el paso del tiempo las costumbres populares hicieron que se entendiera que el padrino era una especie de padre suplente, por si a éste le pasaba algo entonces se hiciera cargo de las necesidades de su ahijado. Pero ésta no es una práctica natural ni tampoco es una función que deba cumplir un padrino. Entendemos que lo importante de la función de un padrino hoy es brindar el apoyo espiritual necesario tanto a su ahijado como a los padres de su ahijado, aquellos que en el bautismo de niños lo han elegido. Pero entiendan padrinos que también han sido elegidos por Dios para este niño, para estos padres. Si ustedes son quienes de algún modo los acerquen a Dios, seguramente han sido inspirados por Él para su elección. ¡Cuánto honor! No teman por esta responsabilidad, ya que Dios estará siempre con ustedes. Lo importante es mantenerse cerca. Cerca de sus ahijados, de sus padres y de Dios. Con seguridad serán plenamente beneficiados con estas renovadas relaciones que suceden con el bautismo. Recuerden que la mejor forma de acercarse a Dios es a través de la oración, sencilla, la que sale del corazón, con sus agradecimientos y necesidades. Enséñeles este camino a sus ahijados y habrán hecho la mejor parte de su trabajo.
¡Felicitaciones, han sido elegidos para mejorar sus vidas y las de prójimos concretos: sus ahijados y sus padres!



2Cor 3:3-5 Nadie puede negar que ustedes son una carta de Cristo, de la que hemos sido instrumentos, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; carta no grabada en tablas de piedra, sino en corazones humanos. Por eso nos sentimos seguros de Dios gracias a Cristo. ¿Cómo podríamos atribuirnos algo a nosotros mismos? Nuestra capacidad nos viene de Dios.

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